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lunes, 14 de febrero de 2011

¿Qué son los celos ?



¿Qué son los celos para el psicoanálisis?

“Ni rosas sin espinas, ni amor sin celos.”
Proverbio turco

Sigmund Freud plantea que tanto los celos, como la tristeza, se
encuentran entre aquellos afectos que se consideran normales. De esta forma
podemos decir, que cuando no aparecen en el comportamiento de un sujeto,
de manera manifiesta, es porque se hallan en un estado de represión.
Distingue entre tres tipos de celos: los normales, los proyectivos y los
delirantes.
Sobre los más frecuentes, los que se suelen denominar normales,
podemos decir que tienen su origen en la tristeza y el dolor ante la pérdida del
objeto amado. Esto trae como consecuencia una herida de tipo narcisista y
sentimientos hostiles que son dirigidos hacia el rival, acompañados por una
carga considerable de autocrítica que recae sobre el propio yo,
responsabilizándolo por esta pérdida.
Los celos, tienen su origen en la vida infantil, en las primeras relaciones de
amor, que se inician en el complejo de Edipo. Desde allí comienzan a
desarrollarse los sentimientos de amor y de odio, que orientarán al niño en su
modalidad de relación con el otro.
Lo que vivencia el sujeto en su infancia, tanto en lo que concierne al amor,
como a las rivalidades, tendrán incidencia a lo largo de su vida, adoptando
diferentes formas, de acuerdo a la situación en la que se encuentre.
En los casos clínicos de Freud, el tema de los celos es sumamente
relevante.
El pequeño Hans, celaba a todas aquellas personas que podían interponerse
entre él y su madre, Dora en cambio, sentía celos de las mujeres que se
acercaban a su padre; Paul, manifestaba su furia, tanto hacia su hermano
como hacia aquellos que lo alejaban de su amada. Los celos aparecen en los
tres casos durante la infancia, como una amenaza en relación al objeto amado.
Es notorio que en Dora y en Paul continúan teniendo un importante papel en
distintos momentos de su vida.


Ernest Jones se pregunta en su trabajo sobre los celos si se conoce
cual es la razón por la que algunas personas son más celosas que otras.
Ante este planteo intenta un acercarse a una respuesta, diciendo que los
amantes más débiles son aquellos que muestran más interés en los celos que
en el mismo amor. Vemos como este autor también pone el acento en el tema
del amor, pero además resalta la debilidad como el elemento fundamental para
su desarrollo.
T. Reik, plantea las diferencias existentes entre los sexos de las
personas celosas, nos dice que mientras que la mujer que siente celos,
manifiesta un carácter posesivo, en los hombres los celos, en cambio, se
presentan como una enfermedad, están en relación a la duda y muestran
debilidad en el sujeto y una fuerte inseguridad.
¿Pero que busca una mujer celosa?.
La meta consiste justamente en arruinarle los planes a la persona que se
presenta como rival, y de esta manera, volver a tener el amor del hombre. Así
las mujeres se valen de cualquier medio para poder alcanzarlo, no juzgando a
ninguno de ellos, aunque en realidad los lleve adelante en forma cruel y a
ciegas. Pero afirma que es muy raro que la mujer cometa un crimen tomada
por sus celos.
Sostiene que en el hombre celoso lo que prevalece es la rabia,
mientras que en la mujer celosa, lo que cobra más importancia es la envidia.
El hombre se encuentra frente a un rival que puede despojarlo, quitarle
aquello que posee y que tanto cuida. El otro hombre, el rival, es aquel que
representa la amenaza de quitarle su posición de privilegio.
En este texto, aparece con claridad las diferencias que señala Freud en
relación a la castración, ya que en la mujer se juega algo del orden del tener,
mientras que en el hombre se pone de manifiesto el temor a perder.
Lacan plantea que hay una ambigüedad entre el amor y el odio, que se
va a poner de manifiesto en el adulto en sus celos amorosos.
El sujeto concentra un gran interés en la imagen del rival, que aunque
se manifieste como odio, tiene su origen en el objeto de amor, siendo cultivado
por el mismo sujeto.
Este interés comprende, en ocasiones, tanto la identificación como el
amor, presentándose como una pasión muy similar a la obsesión.

Todos los autores señalan la íntima vinculación que existe entre los
celos y el amor, ambos son inseparables, en tanto que los celos surgen del
amor. Para celar es necesario amar, pero para amar no es necesario celar.
Los celos pueden manifestarse durante el amor, ante su ausencia o
frente a la amenaza de perderlo.
Así podemos ver que se sufre tanto por lo que no se tiene, cómo por lo
que se tiene, que no se necesita la infidelidad del otro para celarlo.
A diferencia de lo que plantea Freud, en algunos casos el sujeto no se
hace responsable de las dificultades que se le juegan en lo que concierne al
amor.
Así tanto en los celos como en el amor, no hay correspondencia, no es
preciso una actitud del otro para sentirlos, sino que se trata más bien de una
nueva versión de sentimientos antiguos.
La persona celosa se somete a una constante búsqueda. Pero ¿qué es
lo que busca? Busca la prueba de la traición, aunque muchas veces no la
encuentra, sin embargo no puede abandonar esta tarea; porque si la
encuentra, esta búsqueda termina. Y lo que se busca es justamente no
encontrar. De esto se trata en las neurosis, del desencuentro amoroso, de la
falta de recursos frente al Otro, que en la histeria presenta su queja e
insatisfacción, mientras que al obsesivo se le torna imposible y se llena de
dudas. Así, cada sujeto encuentra, de acuerdo a sus determinaciones
significantes y su relación al goce, su lugar en la comedia de los sexos.

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